Como parte de los esfuerzos para luchar contra el hambre y la inseguridad alimentaria Comedores Sociales de Puerto Rico (CSPR) comenzó a inicios de la pandemia en el 2020 el programa de apoyo nutricional Compras Solidarias.
El gobierno respondió ante la emergencia con un repentino y desorganizado “lockdown” lo que dejó desprovistas a miles de familias afectadas por el cierre de sus trabajos, sin acceso rápido a beneficios del desempleo, PAN y otras ayudas gubernamentales para resistir el embate de un virus desconocido globalmente.
Las comunidades y organizaciones como CSPR respondieron organizando programas y proyectos de apoyo mutuo por todo el archipiélago. Algunos de estos, a más de dos años del inicio de la pandemia, siguen operando y reinventando sus servicios frente a la inseguridad alimentaria que desgraciadamente crece con fuerza en Puerto Rico.
En este blog, cuento mi experiencia con el programa Compras Solidarias y cómo ha evolucionado ante los nuevos retos que amenazan la seguridad alimentaria.
De comida caliente a entrega de compras
CSPR se ha distinguido por distribuir comida caliente en el formato de comedor social que, por supuesto, se hace interactuando en persona y compartiendo alrededor de una mesa de comida. La transición a montar un proyecto de entrega de compras en medio de una pandemia, que pedía distanciamiento físico, me hizo sentirme insegura ante una nueva realidad que nunca había experimentado.
Nosotras como organización primero decidimos velar por nuestra seguridad quedándonos en casa las primeras dos semanas. De esa forma también nos aseguramos de que no tuviéramos ningún síntoma relacionado al COVID 19. Luego hicimos una reunión virtual para saber cómo estábamos, cómo nos sentíamos y, como es natural en nuestra genética organizativa, cómo íbamos a responder ante la emergencia. Sentíamos que no era correcto que el gobierno combinara el aislarnos mediante toque de queda, amenazas y hasta arrestos con la negligencia, irresponsabilidad y lentitud en el manejo de las ayudas a la gente. Tú no le puedes decir a la gente no salgas de tu casa sin tener formas sociales y colectivas de manejar el impacto que medidas como esa tienen en la vida, más aún siendo la comida una de esas cosas bien importantes que de repente ya no eran seguras.
Dada la situación, el formato de entrega de compras nos permitía una operación más segura para nosotras, ya que implicaba poco o ningún contacto físico. Las primeras dos semanas de Compras Solidarias intentamos operar un esfuerzo en Río Piedras y otro en Caguas, desde un formato de “delivery” a la casa de la gente que nos solicitaba compra. Nos promocionamos principalmente en las redes sociales. Así estuvimos dos semanas entregando compras a las casas, pero el esfuerzo era enorme y el impacto muy poco. En esa evaluación de esfuerzos decidimos concentrarnos en trabajar la población de Caguas desde el Centro de Apoyo Mutuo y apoyar a comunidades de otros pueblos que estuviesen organizadas por algún grupo o persona líder que se encargaría de repartir a su propia gente. Una red de apoyo mutuo viva. Así estuvimos ese primer año entregando compras de manera semanal, por lo que pudimos impactar a sobre 25,000 personas.
De las llamadas telefónicas a la Caravana por la Vida
Imaginábamos que la gente tenía que estar pasándola mal, porque el costo de vida es alto y todas sabemos de la poca paga a nivel laboral. Pero una vez empezamos a recibir las llamadas nos dimos cuenta de que la cosa era peor. Había gente de verdad desesperada, que te decían que no tenían nada que comer ese mismo día en el que te llamaban. Nunca voy a olvidar un mensaje de texto que nos pedía “¡Auxilio! No tengo nada que comer, soy encamado…”. Había historias de gente que ya estaban mal antes de la pandemia, pero también de personas que de repente habían perdido trabajos y que el último cheque cobrado ya se había ido en las compras de emergencias que todo el mundo tuvo que hacer. Muchas estaban tratando de solicitar el beneficio de desempleo o el PAN, pero la aprobación no les llegaba por información adicional que pedían en las oficinas o simplemente porque hubo un gran volumen de solicitudes y los sistemas no estaban preparados para eso. Personas en turnos telefónicos por 14 horas para tener respuestas. Esas personas nos llamaban y nos llamaban, y se quejaban, y de repente nos dimos cuenta que había un denominador común en todo eso: el mal manejo de parte del gobierno de toda la pandemia.
Llegamos a un punto que sentíamos que nuestro trabajo de dar compra no tenía sentido si no pasaban otras cosas en el país, si no se repartían las ayudas con más rapidez, si no se le aprobaba el PAN a más personas. Era poco lo que una organización pequeña y con recursos limitados como nosotras podía hacer frente a necesidades tan grandes. Así que decidimos protestar. No había de otra, había que salir a la calle con todo y pandemia.
La transformación del programa estos dos años
Muchas estamos de acuerdo en que el hambre es un problema que existe desde hace mucho y sobre todo va en aumento. Una constante conversación que tengo con participantes actuales de Compras Solidarias es lo carísima que está la comida. Es insostenible. Las crisis ambientales, o en este caso de salud pública, lo que potencian es una crisis mayor política, porque la ineficiencia del manejo de recursos que tienen los gobiernos terminamos pagándola las contribuyentes. Por eso nos encontramos en un momento de inflación devastadora y las consecuencias empeoran para nosotras. Aumenta el hambre y el problema de acceso a recursos básicos como la vivienda. Por esto decidimos mantener el programa, aunque con algunos cambios.
Puede decirse que Compras Solidarias está ya en su tercera temporada. Al principio en 2020 se trataba de darle compra a casi toda persona que solicitara, con criterios de solicitud bajos, en una frecuencia semanal. El gasto en ese momento era de 5,000 dólares semanales. Pero cuando entramos a 2021, todo ese esfuerzo y los niveles de gastos que estábamos teniendo nos hicieron pasar a una iniciativa más modesta de entrega de compra mensual. Entonces lo que hicimos fue mantenernos apoyando a las personas de las listas que ya teníamos del primer año, viendo si la necesidad de alimentos continuaba, y así cada mes escogíamos 50 personas para entregarles compra. También nos mantuvimos dando compra a líderes de comunidades de Caguas y otros pueblos que se mantuvieran activas dando apoyo a su gente. De esa segunda etapa nos quedamos con las ganas de mejorar la forma en que identificábamos la necesidad, siempre en ese espíritu de ser efectivas con los recursos que tenemos y de verdad ayudar a quienes más lo necesitan. Así en el 2022 tuvimos un receso de 3 meses donde rediseñamos el programa. Decidimos crear una entrevista, tipo encuesta, que permitiera poder entender mejor el nivel de inseguridad alimentaria de las personas solicitantes y así decidir cuál tipo de apoyo sostenido podríamos darle.
En las entrevistas se le hacen preguntas, como por ejemplo, si ha habido ocasiones en las que tuvo hambre y no comió una de sus comidas del día porque no tuvo dinero suficiente para cubrirla, o si hubo ocasiones en las que sintió que no comió comidas balanceadas por falta de dinero para cubrirlo, y así. Cada pregunta de la encuesta tiene unos puntos o valores que nos permiten decidir el nivel de inseguridad alimentaria de las personas. Al momento, el 40% de nuestros participantes tienen un nivel alto de inseguridad alimentaria, el 58% un nivel medio y el 2% un nivel bajo.
Decidimos atender tres poblaciones en específico: estudiantes universitarias, madres solteras y personas mayores de 50 años. Las estudiantes universitarias porque es la población con la que siempre hemos estado conectadas y sabemos de primera mano que pasa necesidades grandes. Madres solteras porque, como muchas sabemos, en Puerto Rico la pobreza tiene rostro de mujer. Son jefas de familia, así que queremos conectar con esa población. Mayores de 50 años porque es la población que hemos detectado a través del tiempo que tiene necesidades apremiantes de comida y está muy desprotegida de ayudas sociales. Son actualmente la mayoría de las solicitantes. Estamos brindando al momento 50 compras mensuales, incluyendo 20 para una comunidad activa con la que mantenemos lazos.
El contenido de las compras y el futuro del programa
Las compras que repartimos se dividen en dos bolsas: una de productos no perecederos y otra de productos agrícolas. Los artículos no perecederos que repartimos son arroz, dos latas de habichuelas, pasta, salsa para pasta, avena, aceite de 16oz, salchichas y una caja de galletas. La bolsa agrícola lleva productos como malanga, batata, yuca, zanahoria, cebolla, papa, guineo, pimientos, berenjena y huevos. Cada compra está diseñada según el núcleo familiar del solicitante.
Los gastos de Compras Solidarias rondan en los 1,300 dólares mensuales. Logramos sostener el proyecto desde donaciones individuales, de organizaciones y recolecciones de alimentos. También hacemos nuestras propias actividades de recaudación como por ejemplo las cenas llamadas Sábados de Restaurant, donde el CAM se convierte en un restaurante y la gente disfruta de nuestra gastronomía, a la vez que apoya.
Actualmente este es el proyecto de apoyo nutricional principal de CSPR y nuestra intención es lograr apoyar al menos a 100 familias. La inflación está subiendo los costos de la comida y aumentando nuestra vulnerabilidad, por lo que queremos seguir apoyando y organizando con la gente para luchar por erradicar el hambre. Se acerca el pico de la temporada de huracanes. Nos urge tener capacidad de respuesta, por lo que pronto queremos realizar una campaña grande de recolección de alimentos. A toda persona que pueda apoyar brindando alimentos, estos se reciben en el Centro de Apoyo Mutuo que queda en la Calle Vizcarrondo #70, justo en el pueblo de Caguas. Para personas que busquen otras formas de colaborar, como apoyando en el montaje y repartición de compras, se pueden comunicar al 787-329-7479 para más información.
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