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Una vez más un huracán pasa por nuestro archipiélago dejando destrucción, pérdida de vidas y enorme necesidad. Y una vez más el impacto de este fenómeno es mayor y más dramático debido a la preparación chapucera y negligente de nuestros gobiernos.
El impacto inmediato del huracán Fiona es bastante desigual. Hay zonas donde “no pasó mucho”, mientras que en barrios enteros se asegura “es peor que María.” Esta vez los vientos no fueron tan fuertes, aunque las lluvias sí. El problema principal ha sido LUMA y su deficiente trabajo en restablecer el servicio eléctrico.
Pero el factor definitivo, central y parte recurrente del problema, es la enorme incapacidad de nuestros gobiernos en promover durante los pasados cinco años una recuperación adecuada, que fuese al mismo tiempo, una oportunidad para cambiar cómo se hacen las cosas hacia al futuro.
Tras un desastre, se suele seguir un esquema general de tres etapas: la etapa de alivio o emergencia (el llamado relief), inmediatamente después del huracán, donde la prioridad es salvar vidas y asegurar agua y víveres; la etapa de recuperación, de tiempo indeterminado en el que deben recuperarse los servicios, reconstruirse casas, y restablecerse la economía; y la etapa de cambio y mejoramiento, que debe empezar con la recuperación y estar enfocada en evitar retrocesos futuros, hacer las cosas mejor para no regresar atrás.
Pero, ¿dónde exactamente estamos nosotros? ¿En qué etapa estábamos hace dos semanas, antes de Fiona? El gobierno dirá que seguíamos en “recuperación”, porque pues, vinieron los terremotos en 2020 y luego el COVID y pues, no se pudo hacer más. Pero nosotras sabemos que es mentira. Son chapuceros y negligentes, y esa es la que hay.
Tuvieron 5 años y nada. Tiempo desperdiciado, perdido en la corrupción de siempre y en esas soluciones que no solucionan nada: que si para el problema de la energía eléctrica = privatizar, que si para la falta de alimentos = más fondos federales, que si para el problema económico = incentivos a los millonarios del Ley 22.
Nosotras tuvimos exactamente los mismos 5 años para prepararnos, y viendo lo que veo, lo hicimos mejor. Sin los millones, sin el poder de los gobiernos, hemos hecho el mejor uso que hemos podido de los recursos para estar preparados y no retroceder en cuanto a la “recuperación.” Nuestro Centro de Apoyo Mutuo en Caguas corre con energía solar y tenemos cisternas de agua. Nuestra cocina no tiene nada que envidiarle a un comedor escolar, en cuanto equipos y capacidad de producción. Y nuestro almacén va cogiendo la forma de un supermercado de pueblo.
La diferencia entre la chapuza del gobierno y nuestros esfuerzos de recuperación, me parece, son notables, y empiezan con una diferencia de actitud. El gobierno de PR vive y malvive de los fondos federales, y se beneficia directamente de la emergencia y del dinero de la recuperación. Pero ese dinero se queda o se pierde en las esferas gubernamentales o en la empresa privada, y no se convierte en cambio verdadero que evite este retroceso que vivimos hoy.
A nosotras, por el contrario, no nos gusta el relief (¡espero que a nadie!). Lo hacemos, claro, porque nuestra prioridad es la gente, el bienestar de la gente, y cuando toca, toca. Pero ¿de qué sirven las miles de botellas de agua, los platos de comida o los generadores, si después de la emergencia no cambia nada? ¿De qué sirven si en 2 o 3 años volvemos a la mismas? Hay que insistir que buena parte de esta emergencia se pudo evitar si se hubiesen hecho los cambios necesarios a tiempo: construir puentes y mejorar caminos, crear y fortalecer almacenes de emergencia comunitarios, y mejorar de una vez el sistema de energía eléctrica.
Por eso nuestro trabajo en esta emergencia no busca ser parte del relief (¡aunque lo es!), sino insistir en los proyectos y estrategias de recuperación que tienen el potencial de generar cambios a largo plazo. Es nuestro aprendizaje principal de María para acá: la emergencia es solo la etapa en la que se revelan, como la venda que se cae de los ojos, el verdadero trabajo que hay que hacer para que las cosas cambien.
Les doy el ejemplo que puedo. Como respuesta a la emergencia del Covid 19, Comedores Sociales creó el Programa de Apoyo Nutricional Compras Solidarias para entregar compras gratuitas a las familias necesitadas. Al principio el proceso de compra y entrega fue difícil por las largas filas en los supermercados, porque no teníamos relación con suplidores o distribuidoras, porque no teníamos suficiente dinero. Fueron más de 6 meses de entrega total, de recibir y gastar casi al mismo tiempo miles de dólares en comida y otros víveres. Nos complace haberlo hecho, pero no quisimos quedarnos ahí, en la complacencia de la buena respuesta.
Entonces nos preguntamos ¿qué podemos hacer ahora para evitar volver a una situación parecida? Y así fue que nació la idea de tener nuestro propio almacén de comida, que al poco tiempo se convirtió en el supermercado cooperativo en formación, Súper Solidario Coop, que lleva ya dos años. A ese esfuerzo de crear un supermercado comunitario se han unido ya más de veinte personas. Y desde ese proyecto de recuperación, desde esa experiencia de cambio, con esas personas del pueblo, es que estamos haciendo hoy los trabajos de apoyo en esta emergencia.
Qué pasa, ¿que el gobierno no puede hacer algo parecido con la electricidad, con puentes y carreteras, con el manejo del agua? ¿No hay capacidad para enmendar lo que evidentemente está mal? ¡No, qué va!: ellos no quieren que la cosa cambie porque viven de nuestra desgracia y se benefician de ella, hoy más claro que nunca.
Nuestro compromiso con el bienestar de la gente es parte esencial de lo que somos, y es por eso que una vez más nos estamos preguntando: ¿qué podemos hacer ahora durante esta emergencia para evitar—todo lo que podamos—volver a una situación parecida en el futuro? Las respuestas empiezan a surgir y no son tan complicadas: 1) insistir en los proyectos de recuperación que generan cambios hacia el futuro, como Súper Solidario Coop; 2) consolidar los trabajos del Centro de Apoyo Mutuo de Caguas, para que sea posible promover más organización comunitaria en Caguas y en toda la isla; 3) enfrentar el problema de fondo con todas nuestras fuerzas, insistiendo en el desarrollo de una política alimentaria propia en Puerto Rico que contemple distribuir tierra y desarrollar nuestra agricultura.
No hay excusas: después de esta emergencia el gobierno tiene la obligación de hacer cambios estructurales y atender los problemas de fondo. Nosotras ya estamos trabajando, y la emergencia de Fiona, en vez de distraernos, nos refuerza el camino. Hoy más que nunca: ¡Solo el Pueblo Salva al Pueblo!
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